Por Luis Vélez.
Con fotografías de Victoria Larco.
El brasileño Kleber Mendonça Filho (1968) es hoy uno de los directores de cine más notables de su país, Latinoamérica y el mundo. Es un apasionado de su ciudad natal, Recife, la más grande de Pernambuco y la más oriental del gigante sudamericano. En Recife reside y ambienta sus películas. Se graduó de periodista en la Universidad Federal de Pernambuco y ejerció la crítica de cine. Como crítico y periodista ha colaborado para diarios como Jornal do Commercio y Folha de Sao Paulo, revistas especializadas como Cinética, y para su blog CinemaScópio, al que se puede acceder por aquí y aquí (su rico archivo da cuenta de la erudición de Mendonça). De inicio, sin dejar de lado el periodismo, pasó a la realización, al comienzo con videoclips y experimentación en video, y luego con cortometrajes de ficción como A Menina do Algodão (2002), Vinil Verde (2004), Eletrodoméstica (2005) y Noite de Sexta Manhã de Sábado (2006), filmes en los que Mendonça fue definiendo un propio estilo. Pueden verse aquí.
Después del documental Crítico (2008) y el mockumentary Recife Frio (2009) suspendió la crítica para dedicarse de lleno a la realización. Saltó al largometraje de ficción con O Som ao Redor (2012), que vimos en el Festival de Cine de Lima de hace unas ediciones. O Som ao Redor nos presentó su reconocible cine retratista de drama, política y tensiones enmarcado en un ambiente urbano de vecinos, familias y condominios, que fuera altamente aclamado, ubicándose en las listas de preferencia de reconocidos críticos, haciéndose además de decenas de premios y nominaciones en festivales internacionales. O Som ao Redor fue asimismo por entonces la película elegida por Brasil para la selección a los Oscar de películas en habla no-inglesa.
Aquarius (2016) es su segundo largometraje de ficción y fue seleccionado para competir en el Festival de Cannes de este año. Gran película que va en la misma línea fílmica de O Som ao Redor y que tiene como temas principales la memoria personal y el desdén de la sociedad por el pasado atentado por el frío capitalismo del presente. Aquarius nos devuelve además al protagonismo a la eterna y entrañable Sonia Braga. Dice la sinopsis de Aquarius:
Clara, una burguesa de Recife que tiene unos sesenta años, era crítica musical. Vive en un edificio particular, el Aquarius, construido en la década de 1940 sobre la chic Avenida Boa Viagem que bordea el océano. Un importante promotor ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo y emprende una guerra fría contra la empresa que la acosa. La estresante situación la perturba y la lleva a pensar en su vida, en su pasado, en sus seres queridos.
Conocedores de su filmografía lo entrevistamos en su visita a Lima en el marco del presente 20 Festival de Cine de Lima. Fue una mañana amena en la que respondió preguntas acerca de política, directores favoritos suyos, su labor como crítico de cine, lo que le significó filmar con Sonia Braga, y hasta sobre su amor por la banda británica Queen; y por supuesto, su cine. Fue un encuentro con un director de clara visión y amable conversación.
El dato: queda una función de Aquarius. El 11/08 en Cineplanet Alcázar 6, 10 p.m.
- Eres director y crítico de cine. De hecho, fuiste crítico antes de ser director, como Godard y Truffaut. Inclusive realizaste un documental llamado "Crítico" sobre el viejo conflicto entre directores y críticos. ¿Realizas tus propias películas bajo tu mirada de crítico? ¿Las ves o planificas desde tu propia mirada crítica?
Yo siempre amé el cine, siempre me vi relacionado a él. En un determinado momento empecé a escribir profesionalmente sobre cine y para la sociedad paso a ser un crítico, pero para mí yo continuaba siendo un cinéfilo que escribe sobre cine. En otro momento comencé a hacer filmes y para mí soy un cinéfilo que hace filmes, pero para la sociedad soy un cineasta. Pienso que soy un afortunado que escribe sobre y hace películas, pero no me veo como un crítico que hace películas. Sin embargo dejé de escribir en el 2010 porque la actividad de la crítica con la realización de películas generó un conflicto. Ya no tenía mucho sentido ir a como crítico a festivales, como Cannes o Lima, para regresar dos años después como realizador. Tuve que hacer una separación. Me gustaría seguir haciendo crítica pero ya no funciona. Es confuso.
- ¿Y cómo sientes ser ahora un director aclamado por la crítica internacional?
- Es un poco extraño. Yo iba a Cannes desde hace años para hacer entrenamiento de crítico. Debía entrar a la sala de prensa y durante años hice colas, a empujones, para ver a gente como Godard o Scorsese, pero este año entré por la otra puerta (ríe). Eso fue muy raro pero muy bonito.
- Y estuviste este año en Cannes, en competencia. En este Festival de Lima están programadas las películas de Verhoeven, Nichols, Farhadi y Dumont que compitieron contigo, y estamos muy entusiasmados por verlas. ¿De todas formas no has perdido ese entusiasmo por si estás en un festival tratar de ver todas las películas que puedas, por empaparte de lo nuevo que va saliendo?
- Sí, claro, me gustaría, pero ahora en los festivales estoy con una agenda de entrevistas y compromisos relacionados con la promoción de la película, pero no es que sea una tortura pensar en cuántas películas me estoy perdiendo. Me gusta conversar de mi película y si tuviera tiempo libre me gustaría dar una vuelta por la ciudad o ver una película. Mi promedio como crítico era treintaiún a treintaicuatro películas por festival. Llegué a ver siete películas en un día, desde las 8:30 a.m. hasta comenzar la última a la medianoche (ríe).
- Una de varias lecturas que podemos tener de tus películas es la de una crítica al capitalismo voraz: la división de clases en "O Som ao Redor", una actividad inmobiliaria poco humana en "Aquarius". ¿Tienes una visión política específica dentro de tus películas que refleje la tuya misma?
- El resultado es muy político pero el origen no es específicamente político. El punto de partida no es una tesis política, es más una observación libre de cómo las cosas funcionan. Cuando observas la sociedad identificas que hay movimientos humanos, políticos y económicos, pero todo eso es política. Es curioso porque cuando observas un modus operandi en la sociedad vas a entender que está moldeado por la política. Me considero más próximo de Jacques Tati que de Oliver Stone. Tati muestra cómo las cosas funcionan y muestra lo absurdo de esto. Oliver Stone tiene una tendencia a mostrar personajes que toman decisiones políticas de manera muy frontal. Para mí la política está en un niño que no puede jugar fútbol en la calle porque el ambiente es inhóspito, eso es para mí más interesante. En la sociedad, especialmente en Brasil, ciertamente ahora, si en la hora equivocada uno dice ¡no!, eso se transforma en un gran tema político, y el personaje de Sonia Braga en Aquarius, Clara, dice "no quiero vender", y eso se convierte en algo increíble.
- El director Bruno Dumont en este mismo festival nos dejó una lección importante: que es ridículo hablar de rentabilidad en el cine de autor, que la rentabilidad de éste es alta e inmaterial. En ese sentido la participación del Estado en su financiamiento es importante. ¿Temes que debido al nuevo gobierno en Brasil haya un retroceso en ese sentido? ¿Habría una demanda de parte de los cineastas?
Hay muchos temores. Realmente ese es uno de los menores. Lo que sucede es que la derecha está saliendo del clóset y está teniendo actitudes medievales, como por ejemplo pensar que los artistas son criminales por naturaleza, que hacer una película no es trabajo, que es una cosa de ociosos. Es muy serio. Cuando estuvimos en Cannes desaparecieron el Ministerio de Cultura como quien apaga una luz con un interruptor. Luego lo repusieron, se les ocurrió que se habían equivocado. El gobierno no tiene una relación muy fuerte con la cultura, y mientras conversamos hay una serie de preocupaciones en el ambiente pero no sabemos qué es lo que va a pasar realmente. Concuerdo con Bruno Dumont en que el valor de la cultura es inmaterial. Mi filme O Som ao Redor tuvo éxito en Brasil dentro de una visión de cultura. Hizo cien mil espectadores, una audiencia pequeña, pero tuvo tanto impacto en la cultura, a diferencia de una comedia de tres millones de espectadores que podría olvidarse en una semana. Es una discusión interesante sobre comercio, mercado y cultura.
- "Aquarius", pienso yo, es en gran parte una película sobre la memoria personal y su valor incalculable. Los objetos que guardan memoria son clave en ese sentido: el mueble heredado de la tía que está siempre presente, la historia detrás del vinilo, el “Double Fantasy” de John Lennon, que Clara explica a la periodista, los álbumes de fotos, y el departamento que es un personaje en sí mismo. ¿Cuál es tu relación personal con este aspecto, el del valor de la memoria personal y los objetos que la conservan?
Yo tengo 47 años y me siento ya de alguna manera un viajero del tiempo, que ha vivido. La vida tiene muchas etapas y de éstas se van juntando muchos documentos: libros, discos. Para mí eso es fascinante, por más que sea mundano. Soy un poco melancólico pero espero no serlo tanto porque mucha melancolía lleva a la depresión, sin embargo la melancolía y la nostalgia en las cuotas exactas muestran lo que es el respeto por el pasado, y veo en la sociedad desinterés y falta de respeto hacia el pasado. Es muy común en Brasil y se expresa de la manera más espectacular en la demolición de las ciudades. Me parece increíble que un cine de los años 30 fuera cerrado hace unos veinte años y saliera una nota en el periódico conmemorando que por fin un cine viejo cerrara para abrir un moderno centro comercial en nombre del progreso. Era un cine que tenía una vida, que promovió la convivencia social durante décadas.
- De hecho hay una escena en “Aquarius” en la que Clara va a comprar a un supermercado y recuerda que allí había funcionado un cine. Hay en la película esta contraposición, por ejemplo colocar al MP3 versus el vinilo, el edificio “Aquarius” frente al proyecto del “Nuevo Aquarius”. Hay una visión de estos tiempos que son más fríos.
- De mucho mercado, muy cínicos, y el vinilo es especial. El disco de John Lennon que aparece en la película es mío y la historia que cuenta Clara me ocurrió a mí. Compré ese disco, de segunda mano, en Los Angeles y dentro vino un recorte de un artículo en el que John Lennon hablaba de sus planes para el futuro tres semanas antes de ser asesinado. Fue muy especial, algo que no tiene el MP3 (ríe).
- ¿La elección de Sonia Braga, que es una actriz a quien todos llevamos en la memoria y el corazón tiene que ver con esta visión de la memoria amada, la nostalgia?
Ahora sí. Sonia ya formaba parte de mi vida antes de que la conociera, un poco como Hitchcock o James Stewart. Nunca conocí a Hitchcock o James Stewart pero forman parte de mi vida. Todos los años veo tres o cuatro películas de Hitchcock, veo sus películas desde niño. Así, cuando era niño, Sonia ya era una estrella de la televisión y hacía películas importantes. Cuando le dije para hacer el filme y comenzamos a trabajar juntos ella ya trajo consigo toda una historia fantástica del cine. Me gusta mucho su rostro. Para mí era importante que Clara tenga 60 a 65 años porque el timeline de la película sería largo. Sonia tiene 65 años y trae con ella la historia de Sonia Braga a la película. Es una suma de muchos elementos y el resultado es muy bonito.
- Y está también esta escena en “Aquarius” que me parece muy lograda y muy fuerte, que es la de la exhumación. Clara está en el cementerio y de pronto ve una exhumación en la que restos son arrojados en bolsas. Es parte también de contrastar lo bonito de la memoria, de guardar lo histórico y lo querido, con la frialdad del olvido.
- Sí, creo que los huesos son el documento definitivo, el documento más sumario. Discos, fotografías, cuerpo; los huesos son también son documentos.
- Tus películas, tu cine se ha vuelto ya identificable, desde tus cortometrajes. Tienes ya sellos de identificación, "trademarks". En "O Som ao Redor" y "Aquarius" podría mencionar la división del filme en partes o capítulos, el diseño del sonido, las secuencias de pesadilla…
- Es una manera barata de hacer una película de horror (ríe).
- … y tienes las imágenes poderosas de mucho impacto, elementos que hacen tu cine identificable. ¿Cómo trabajas esto de tus sellos de autor?
- Pienso que surgen naturalmente en la escritura, no tengo un planeamiento matemático de incluir trademarks. Yo creo que simplemente eso va a hacer que me identifiquen, como cuando ves una película de Paul Verhoeven y notas que es de Paul Verhoeven, o una de Apichatpong y notas que es de Apichatpong; viene naturalmente con el proceso de creación. Por ejemplo, la pesadilla forma parte de la vida de todos nosotros. Por año uno tiene al menos dos pesadillas fuertes en la que te despiertas preguntándote qué pasó. Las pesadillas son muy reveladoras de los miedos, la psicología. Me gusta filmar pesadillas porque es como filmar una película de horror.
- Claro, y de hecho tus películas son dramas pero conforme van transcurriendo se van tornando más macabras, se van haciendo más de thriller, con tonos de horror. Las escenas que van conduciendo al final se hacen más oscuras. Tienes una comunión con los géneros.
Como cinéfilo me gusta mucho cuando veo un filme que no sé en qué género colocar. Me gustaría ver una comedia romántica que me dé miedo o que me haga llorar de una manera que no esperaría, para al final decir que no es una comedia romántica, sino una idea del estudio llamarla comedia romántica. Es lo bueno que tienen mis películas: las personas no saben exactamente a qué género pertenecen. Para Aquarius fue más fácil escribir una sinopsis, pero para O Som ao Redor, había sinopsis all over the place porque era difícil describir.
- Y en tus películas todo ocurre en estos condominios o edificios, hay un manejo del espacio muy importante y muy original: los departamentos y sus ambientes, las cocinas y las puertas traseras, vecindarios que son como microcosmos o muestras representativas de la sociedad, y en Recife...
- … es muy Brasil…
- … y muy Latinoamérica en general, hay mucha identificación. ¿Con tus próximos proyectos planeas continuar en esa misma línea?
- Si voy a seguir realizando películas en una casa brasileña es imposible ignorar esos elementos, porque por ejemplo en una arquitectura hipster, moderna, hay una tendencia de integrar la cocina al ambiente de la sala, que es un sentido importado de Europa o del Estados Unidos hipster; pero en la casa tradicional brasileña la cocina está al fondo, porque es ahí es donde estaban los esclavos y en la sala el área social. Gabriel Mascaro, el director brasileño que está aquí con Boi neon, hizo un documental llamado Um Lugar ao Sol, que es sobre penthouses de familias muy ricas. En este documental está la declaración de una mujer que dice que adora los penthouses porque allí no se escucha el sonido de las ollas ni de cómo lavan los platos y por eso es feliz. Eso es muy Brasil.
- A través de la arquitectura integrada a las películas tú describes la sociedad y sus clases.
Sí. Clara es muy liberal, de izquierda, pero ella mantiene un entrenamiento social intacto, las convenciones sociales interiorizadas, de manera que la empleada está alejada. Clara está con sus libros y sus discos pero la empleada está más allá. Clara es una buena persona pero mantiene estas convenciones heredadas. Hay una escena en que ella va a abrir la puerta a los hombres de la constructora un poco irritada. Aparece la empleada y Clara voltea y le pregunta ¿y tú dónde estabas?, porque ella debió abrir.
- Una pregunta al crítico: ¿Podrías nombrar tres directores contemporáneos de cine a los que seguir?
- Sergey Loznitsa, ucraniano, tiene una carrera fantástica de documentales, y ha hecho dos largos de ficción que considero muy fuertes. Tiene un filme llamado Blokada sobre el cerco de San Petersburgo o Leningrado. Me gusta mucho Elia Suleiman, oficialmente palestino, sus películas son de gran influencia para mí. Tiene una película llamada Intervención divina que influyó en mi corto Eletrodoméstica, y tal vez un poco en O Som ao Redor. Me gusta mucho Jia Zhangke, ¡y Paul Verhoeven!, siempre, lo adoro.
- Finalmente, yo soy un gran fan de Queen, y "Crazy Little Thing Called Love" aparece en "O Som ao Redor", "Another One Bites The Dust" y "Fat Bottomed Girls" en "Aquarius". Se ve a Clara colocando en su tornamesa el álbum “Jazz” ¿Eres un fan de Queen? ¿Eres un fan del rock, de la música en general?
- Sí, también soy fan de Queen. Crecí en Inglaterra y me recuerda mucho mi estancia en Inglaterra. Queen es clásico, anárquico y muy fuerte a la vez en el sonido. Tuve suerte de poder usar esos tracks en la películas. Le dije a Sonia que en mi cabeza el personaje de Clara vio a Queen en concierto en San Francisco en 1976 cuando tenía veintipico años. No usé Bohemian Rhapsody porque muchas películas usan Bohemian Rhapsody, como Suicide Squad ahora (ríe).
- Muchas gracias, Kleber. Fue una linda conversación.
Fue un gran placer.
Un agradecimiento muy especial al Festival de Cine de Lima y el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú por las facilidades brindadas para esta entrevista.